Una inspiradora publicación sobre la arquitectura arequipeña

Hace pocos meses que acaba de ser editado el libro de Gonzalo Ríos Vizcarra, titulado Arequipa como paradigma. Introspecciones americanas de inicios del siglo XX en busca de una arquitectura propia. El autor tiene una amplia formación académica, siendo arquitecto por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa y magíster en artes por la misma casa de estudios. Es master en restauración y conservación del patrimonio por la Universidad de Alcalá de España. También es doctor en historia del arte y gestión del patrimonio en el mundo hispánico por la Universidad Pablo de Olavide de España. En la actualidad se desempeña como docente de la Escuela Profesional de Arquitectura de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, distinguiéndose como un acucioso investigador de la arquitectura peruana edificada desde el siglo XVI al presente.

La publicación consiste en un elaborado estudio que aborda el inicio y desarrollo de la búsqueda de una identidad en la arquitectura, por parte de los pensadores latinoamericanos de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria. Justamente, una de las áreas predilectas de las pesquisas de aquellos intelectuales estuvo centrada en el patrimonio arquitectónico virreinal de la ciudad de Arequipa, al punto de llegar a establecerse como un referente continuo, que acabó marcando uno de los puntos de partida del neocolonial.

CASA DEL MORAL-FRONTON Y TIMPANO (1)El autor ha elegido dividir su obra en cinco capítulos, en los cuales aborda y desarrolla progresivamente la problemática de un momento crucial de la historia, cuando se cuestionaban y debatían las corrientes ideológicas que pretendían definir el origen e identidad de las jóvenes naciones americanas, para proyectarse con un sólido marco teórico hacia su futuro. Pero a pesar de tratarse de un periodo de crucial importancia, desde el cual trascendió directa o indirectamente la arquitectura proyectada y edificada durante el siglo XX, constituye un tiempo que en las últimas décadas no ha sido suficientemente debatido y analizado. Esa es una de las principales contribuciones que consigue la publicación de Gonzalo Ríos.

El primer capítulo nombrado El siglo XIX y los antecedentes al pensamiento nacionalista americano, está referido a la etapa inmediatamente posterior a la obtención de la independencia política de España, que sin embargo no significó una completa libertad cultural con respecto a las tipologías arquitectónicas y al pensamiento general que venía desde Europa. Ciertamente, durante el propio virreinato, la arquitectura arequipeña ya había definido las características que le permitieron distinguirse de las otras expresiones artísticas regionales, hasta conseguir una expresión propia, que al ser parcialmente reevaluada por los pensadores de fines del siglo XIX, pudo tardíamente irradiar su influencia hacia el exterior del territorio peruano.

Por otra parte, durante ese lapso de tiempo también se produjeron las reformas del trazado urbano que cambiaron la fisonomía de la ciudad de Lima, así como la irrupción de las tendencias historicistas en la arquitectura, al extremo de convertir a la capital en un ejemplo de modernidad a seguir por las otras urbes del Perú. Como puede suponerse, Arequipa no logró escapar a esta tendencia y por el contrario, su aspecto comenzó a variar paulatinamente.

SEVILLA-PABELLON DE ARGENTINA (1)El siguiente capítulo, El origen de los pensamientos nacionalistas en los países americanos, desarrolla las ideas de los primeros intelectuales que lejos de seguir mirando a Europa como una inagotable fuente conductora, decidieron recorrer el territorio americano con un espíritu nuevo que observaba y registraba las expresiones culturales que permitieran la obtención de una serie de rasgos propios, para así proponer un lenguaje arquitectónico originario, pero sin renegar del pasado europeo, sino enlazándolo.

Con ese punto de partida se manifestaron diversas corrientes estilísticas que con menor o mayor éxito, consiguieron dejar su impronta en las ciudades americanas e inclusive en la misma España, como por ejemplo sucedió con el diseño de los pabellones edificados con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 y que al presente subsisten.

En el capítulo tres, Arequipa al centro del debate. Visiones fragmentadas de una realidad compleja, se observan las diversas interpretaciones que se dieron y han venido dándose, como el resultado del estudio y valoración de la arquitectura patrimonial arequipeño. Casos puntuales como el de Héctor Velarde y la particular lectura que hizo, con respecto a la altura de los dinteles de las ventanas de algunas moradas y su correspondencia con el inicio del arranque de la curvatura de las propias bóvedas de dichas viviendas. Así como las opiniones de los investigadores bolivianos Teresa Gisbert y José de Mesa, quienes propugnaron un hipotético enlace entre el tradicional entendimiento iconográfico de la sirena y una versión alternativa, basada en mitos aimaras. En décadas recientes, Antonio San Cristóbal distinguió el carácter diferenciador del esquema estructural o propiamente organizativo de los elementos arquitectónicos que constituyen la traza de las portadas arequipeñas, diferenciándolas en su ordenamiento y volumen de las construidas en otras regiones del Perú.

Por su parte, el propio autor, despliega un dominio de las diferentes categorías de análisis que es preciso aplicar a una edificación, para esclarecer el entendimiento del lenguaje arquitectónico de las mismas. De esa manera, Gonzalo Ríos se detiene en las características de los inmuebles catalogados como emblemáticos por los investigadores del pasado, partiendo desde el esquema general organizativo de las portadas, tanto religiosas cuanto domésticas, para luego referirse al estudio pormenorizado de los elementos ornamentales y el variado programa iconográfico que ostentan. Luego, señala cuánto de todo ese lenguaje fue retomado en las edificaciones del siglo XX, señalando aquellos elementos que fueron soslayados.

El cuarto capítulo o Arequipa en la teoría y en la obra de los nacionalistas argentinos, constituye el desarrollo puntualizado de la manera cómo influyó la arquitectura arequipeña en el pensamiento y obra de tres arquitectos argentinos. Comenzando con Martín Noel y su búsqueda de una arquitectura auténtica, que lo hicieron arribar hasta Arequipa, donde encontraría la manifestación que expresaba lo que concebía como “La estética de la Raza”. Continuando en Ángel Guido y su detenida mirada hacia el pasado, que lo llevaron a recorrer y estudiar las construcciones arequipeñas, que le permitieron proponer lo que denominó como “Fusión hispano-indígena”, como una manifestación arquitectónica propia de América. La teoría desarrollada por ambos intelectuales fue captada, adoptada y desarrollada por su compatriota Estanislao Pirovano, quien proyectó y construyó en la propia ciudad de Buenos Aires, reinterpretaciones de las fachadas de las casas arequipeñas.

La arquitectura colonial arequipeña en la producción historicista peruana, es el último capítulo de la publicación. El autor explica la influencia ejercida por el lenguaje arquitectónico arequipeño, sobre representativos profesionales peruanos de mediados del siglo XX. Personajes como Héctor Velarde, quien consideraba a los edificios virreinales de Arequipa como la perfecta fusión entre lo hispano y lo indígena, que además quedaba expresada en el uso del sillar como el material constructivo que manifestaba la verdad y coherencia con el medio. Otra figura de importancia la constituyó Emilio Harth-Terré, quien por su parte efectuó pioneros estudios arqueológicos y arquitectónicos con una profundidad desconocida para entonces, concordando con la generalizada concepción del momento que veía a la ciudad virreinal de Arequipa como el paradigma de la arquitectura mestiza. Junto con los dos intelectuales citados, emergió la fuerza interpretativa de Enrique Camino Brent, quien incorporó a sus lienzos la perspectiva de los espacios arquitectónicos arequipeños, hasta trascender para plasmarlos en la construcción de su propia vivienda. La repercusión de la arquitectura virreinal arequipeña todavía siguió resonando durante la segunda mitad del siglo XX, porque a pesar del triunfo de los postulados del Grupo Espacio, su victoria no llegó a ser completa y el gusto por el neocolonial no llegó a perderse del todo.

El debate acerca de la búsqueda nuestra identidad continuó vigente en la escena intelectual peruana hasta finales del siglo XX, pero a medida que la pasada centuria llegaba a su fin, el progresivo crecimiento y toma de conciencia de una cultura global que arrasa la memoria, tradiciones y costumbres, parece haberla ahogado o desvanecido. Por ello coincido plenamente con el autor cuando señala en el Epílogo, que son: “[…] muchas maneras de incluir lo histórico en una obra arquitectónica que se pretenda trascendental, bien sea desde la concepción o desde lo eminentemente fáctico”. Si dudas, aun se trata de un camino válido para la toma de partido de un proyecto, pero solo puede ser transitado con el profundo conocimiento del lenguaje de la arquitectura del pasado, de lo contrario, solo obtendremos por resultado el desorden que provoca lo ininteligible.

Espero que la contribución intelectual de Gonzalo Ríos nos motive a todos a estudiar, reflexionar y plantear nuevos proyectos de investigación que contribuyan al entendimiento de la historia de la arquitectura. De nada sirve conocer o dominar temáticas si no logramos plasmar nuestro pensamiento en publicaciones.

Samuel Amorós
Miembro de CICOP.Perú